Reflexiones sobre mi obra

La obra de acuarela que os presento es fruto de un juego entre los colores, mi imaginación y el hacer del agua. Un trance dónde estos tres elementos se integran para entrar en una nueva dimensión.

En mi andadura artística he tenido tres maestros que nunca podré olvidar.

Cristina de la Serna me enseñó la belleza de la acuarela. "A darle una oportunidad al agua", a distinguir cuándo tiene que ser el artista el que manda, y cuándo hay que dar al agua libertad plena.

A Francisco Noblejas debo la luminosidad de los colores.

Y Olegario Úbeda me enseñó a aportar a las acuarelas la fuerza necesaria para que pudieran competir con la fuerza de un óleo.

Mi afición al retrato es innata. No he tenido maestros directos, como los tuve en la acuarela. Es producto de mi sentimiento de empatía con el retratado y del oficio del dibujo. Busco el alma de mi personaje hasta que creo sincronizar con ella. Me parece importante añadir, que, al contemplar la obra acabada, me invade un profundo silencio y hasta que el ruido lo interrumpe, no considero la obra terminada.